sábado, 23 de junio de 2007

El país de la esperanza

Como os quedaríais si, una tarde soleada, tranquila y agradable, un relajado paseo por el Paseo de Grácia -valga la redundancia-, se ve alterado con la siguiente escena:
Un chico, subsahariano, que vende cuatro bolsos de imitación LouisVuittone, dispuestos sobre una tela azúl a modo de escaparate, de su incierta venta sacaría unos eurillos para ir tirando en el país de la esperanza... Súbitamente, un coche (del color, ni me acuerdo) se para bruscamente a sus espaldas, salen 4 individuos, -seguramente rumanos (sin ánimo de ofender a nadie)-, uno de ellos con actitud amenazante se le encara, sin dirigirle una palabra le va intimidando, caminando hacia adelante y mirándole fijamente , obligando al pobre inmigrante, igual que él, a caminar de espaldas mientras le dirige gestos de piedad. No se oye absolutamente nada, solo en un instante se escucha la rapidez de la acción de los otros cuatro plasmada en el pisar agresivo sobre el asfalto mientras tiran de la cuerdecilla de la tela que, automaticamente, se convierte en un saco repleto de bolsos. Meten la mercancía en el coche. El otro rumano sigue intimidando al subsahariano y ha conseguido alejarlo lo suficiente del lugar donde tenía montada su paradita, enterado de la victoria de sus compañeros, regresa hacia el coche. El impotente y solitario vendedor, liberado de los gestos intimidatorios del rumano mas fuerte, les pide que le devuelvan su tela azul, ahora es un trapito que no vale nada. Y allí se quedo el pobre, sin sus bolsos, con la impotencia y la rabia y con la tela vacía. Los otros se alejan del lugar, riendo, uno de ellos con el antebrazo apoyado sobre la ventanilla delantera del coche mostrando un tatuaje de color azul y rojo (de eso si me acuerdo) y todo se quedó igual de tranquilo que antes, como si nada hubiese pasado, el drama de la escena quedó concentrada en la frustración que sentiría el pobre comerciante.

Pasó todo tan rápido que ni nos dimos cuenta, fue una escena silenciosa en la que el pobre inmigrante no encontró el apoyo ni la ayuda de ninguno de los miles de transeúntes que paseábamos a su lado, la mayoría yo creo que ni se enteró, seguían sentados en las terrazas del paseo con los ojos cerrados a escenas dramáticas, recibiendo el calor de los rayos del sol sobre sus rostros colorados y disfrutando de sus cafés con hielo, solo unos pocos nos quedamos atónitos y sin reaccionar, evidentemente tampoco apareció ningún superheroe en pro de la justicia, ni falta que hace, un poquito de solidaridad hubiese arreglado algo la situación, y hablo por mi, ya que ni siquiera nos acercamos para preguntarle que había pasado y si necesitaba algo, la impersonalidad de las ciudades se nos contagia sin remedio, luego, en casita, a la hora de comer y delante del telediario, nos lamentamos cuando llegan a nuestras costas pateras cargadas de inmigrantes y para pasar página, echamos una vez mas, la culpa al gobierno.

4 comentarios:

DaeConE dijo...

bufff se me ha puesto la piel de gallina! Esto tendría q leerlo todo el mundo! TODO EL MUNDO!

DaeConE dijo...

Ni más ni menos que en Passeig de Gràcia, la calle más simbólica de la Barcelona cosmopolita, fashion i ciutat de tots i de totes...

Qué suerte q tenemos nosotros de ser barceloneses de primera categoría.
Ahora mismo me avergüenzo de mis problemas tan "graves" que tengo cada día, y me avergüenzo aun más de saber que dentro de un rato me olvidaré del verdadero sufrimiento de millones de personas y que volveré a pensar sólo en mis idiotas problemas.

Anónimo dijo...

Creo también que esta historia la tendría qye conocer mas gente. Es difícil estar a la latura de las circunstancias y hacerse el héroe delante de la brutalidad suele dar malos rsultados y empeoran la situación. Las situaciones nos sobrepasan, pero hemos de empezar a no tener miedo a acercarnos al otro para preúntar qué pasó, qué necesita, cómo se siente y ofrecerle la posibilidad de que pueda lamentarse y alguien escuche. El pobre chico, se debió sentir tan perdido y amenazado, como cuando estaba en la patera que lo debió traer a Europa.

Markus dijo...

Wenas, es la primera vez que comento en tu blog. Creo que escribes muy bien, lo he visto en las otras entradas también, explicas las cosas de una forma muy clara y descriptiva.
Sobre este tema, no hace falta ser inmigrante para encontrarte con la insolidaridad de tus conciudadanos. A mi hace ya unos cuantos años me atracó un chico bastante más grande que yo en el interior de un vagón de metro, entre las 5 y las 6 de la tarde con el vagón lleno de gente y nadie absolutamente nadie me ayudó. Me quitó el dinero que llevaba para ir al cine con una chica con la que tenía mi primera cita, así que me tocó bastante las narices.
Enfin... estoy seguro que antes la gente era más solidaria.